Antonio Machado
DEL PASADO EFÍMERO
Este hombre del
casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío, 5
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.
Aún luce de
corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado, 10
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima
ante el azar prohibido, 15
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta. 20
Bosteza de
políticas banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador,
del cielo aguarda 25
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás,
taciturno, hipocondríaco,
prisionero en la
Arcadia del presente,
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le aburre; solo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es
de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido, 35
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.
ANTONIO MACHADO
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