jueves, 22 de noviembre de 2012

COLUMNA PERIODÍSTICA. "Infidelidad". Rosa Montero

Rosa Montero

   En "El País":

Infidelidad

  
   La Reina se ha querellado contra una empresa de contactos, Ashley Madison, por utilizar su imagen en un fotomontaje: la pusieron abrazada a un joven de torso desnudo. A. M. es esa firma que promete facilitarte un adulterio discreto. También sacaron al Rey en una foto de infieles. Mucha gente a la que le repatea la monarquía encuentra esos anuncios graciosos, pero a mí los de A. M. me parecen unos cantamañanas y su publicidad tan chillona y zafia como el más cutre de los programas del corazón. Usar tu identidad para hacer el montaje que les dé la gana es inadmisible.
   Pero lo llamativo es que, según A. M., el negocio de la infidelidad parece ser el único que no está en crisis en España. Dicen que nuestro país es el más infiel de cuantos han trabajado y que tienen 800.000 clientes. Puede ser. Creo que la infidelidad es algo natural porque nace de la insatisfacción, ese rasgo esencial del ser humano; del deseo de ser otro, de escapar del encierro de la propia vida y conocer algo nuevo, de jugar a reinventarse. Y tal vez los amargos días que vivimos potencien esas ansias fuguistas. ¿Quién no ha sido infiel alguna vez, siquiera de pensamiento? Me temo que es sobre todo el miedo lo que impide que haya más adulterios. Y, aún así, hay muchísimos. Un estudio de Nordic Mist (2006) descubrió que el 37% de los hombres españoles y el 35% de las mujeres habían sido infieles a sus parejas. O sea, uno de cada tres, indistintamente del sexo: me encanta que se reviente el ñoño mito de la fidelidad femenina. Aún más: según un estudio hecho en 1999 por una firma de cosméticos italiana, las mujeres rejuvenecen con la infidelidad (el 47% se preocupan más de su aspecto, el 52% dicen que ganan equilibrio psicológico), mientras que los hombres se hacen polvo: el 32% se ven con más arrugas y se sienten muy culpables. La infidelidad: una alegría gratis para tiempos de crisis.
   ACTIVIDADES:
1. Tema y organización de ideas.
2. Resumen.
3. Comentario crítico.
5. Análisis sintáctico:
   "Creo que la infidelidad es algo natural porque nace de la insatisfacción".

lunes, 12 de noviembre de 2012

LITERATURA HISPANOAMERICANA. El "boom". "Las raíces y sus precursores".

Ilustración de José Hernández para 'El Aleph', de Jorge Luis Borges (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores).

   En "El País":

Las raíces y los precursores

En 1962 coincidieron ocho libros clave. Fue el inicio del llamado “boom’ latinoamericano

Este artículo es el primero de una serie que analiza el impacto y legado de esas obras y sus autores

La literatura latinoamericana produjo grandes obras y autores antes del boom

 Barcelona 12 NOV 2012

Seguramente, lo peor de la expresión boom no es que sea un barbarismo sino que responde a un entusiasta error de percepción que llevamos camino de perpetuar. Cuando La ciudad y los perros obtuvo el Premio Biblioteca Breve de 1962, un miembro del jurado, José María Valverde, declaró: “Es la mejor novela española desde Don Segundo Sombra”. Esas palabras y su ratificación se reprodujeron en forma de un prologuillo que, impreso en páginas anaranjadas, acompañó la primera edición de la novela de Mario Vargas Llosa.
¿Era posible que entre 1926 y 1962 no hubiera habido una novela americana en lengua española que pudiera parangonarse con una y otra? Sin moverse de la Argentina natal de Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra, y del mismo año de 1926 hallamos El juguete rabioso, que quizá sea la mejor novela de Roberto Artl, y Cuentos para una inglesa desesperada, que fue la revelación del joven Eduardo Mallea.
Y si abusamos de la vecindad rioplatense, todavía podríamos añadir los espléndidos cuentos de Los desterrados, del uruguayo Horacio Quiroga. Si miramos un poco hacia atrás, el año de 1924 ofreció La vorágine, de José Eustasio Rivera, referencia de la novela del selva, entre el arrebato y la denuncia, y si lo hacemos hacia adelante, el año de 1929 trajo dos estupendas narraciones venezolanas, la criollísima Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (que Cela remedaría en La catira, por cuenta del dictador Marcos Pérez Jiménez), y la joya intimista de Teresa de la Parra, Memorias de Mamá Blanca, obra de una distinguida señorita que leía a Valle-Inclán cuando estudiaba en un colegio del Sagrado Corazón, de Godella (Valencia).
En 1933 —año de Écue-Yamba-O y Pedro Blanco, el negrero, de los cubanos Alejo Carpentier y Lino Novás Blanco (que era gallego de origen)—, un ensayista peruano y miembro del APRA, Luis Alberto Sánchez, propuso el título de un libro provocativo, América: novela sin novelistas. Pero aquel laborioso costalero del concepto de literatura americana sabía muy bien que no era así…

La litera

En 1926 hubiera sido impensable la gaffe de Valverde porque muchos de los grandes libros americanos se habían impreso en España, el trasiego de viajeros transoceánicos era continuo y había críticos avisados. En España vivieron y publicaban los mexicanos Amado Nervo y Alfonso Reyes, habían residido Jorge Luis Borges, Augusto d'Halmar, Carlos Reyles y Vicente Huidobro, y si París era el imán de todos, Madrid o Barcelona podían ser un sucedáneo fácil. Desde los tiempos de Rubén Darío, los americanos miraron con benevolente superioridad a sus colegas peninsulares. En 1921, el joven peruano Alberto Guillén publicó un libro de entrevistas, La linterna de Diógenes, que no dejó títere con cabeza entre los escritores españoles del momento (Baroja y Azorín, sobre todo), aunque algunos (Pérez de Ayala) le rieron las gracias iconoclastas que, a veces, acertaban. Un poco antes, el editor de Hidalgo, Rufino Blanco Fombona, un pomposo escritor venezolano afincado en Madrid, había hecho algo parecido en las notículas de La lámpara de Aladino (1915). Y en 1927, Guillermo de Torre y Ernesto Giménez Caballero armaron un lío monumental cuando el primero reivindicó en La Gaceta Literaria (revista que reseñaba con tino todas las novedades americanas) un lema arriesgado, que todas las publicaciones americanas refutaron: “Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica”.
Algo después de la rebatiña, en 1930, el conciliador ensayista dominicano Max Henríquez Ureña escribió un ensayo que daba nombre certero al intercambio de iguales: El retorno de los galeones. Miguel Ángel Asturias, que andaba estudiando etnología precolombina en París, publicó ese año Leyendas de Guatemala y tres más tarde, tenía ya escrito El señor presidente, que vio la luz en 1946. Y llegaron a España revolucionarios como los peruanos César Falcón y Rosa Arciniega y también César Vallejo y Pablo Neruda, que, en la huella de Huidobro, ejercieron un ascendente similar al de Darío en 1900.
Lo que vino luego fue el apagón que indujo la sombra siniestra de la Guerra Civil. Ante el franquismo, los americanos más significativos rompieron amarras con aquella desastrada Madre Patria y cobraron alguna importancia los pocos que eran favorables al franquismo: el viejo y errático José Vasconcelos, el impenitente Enrique Larreta y el católico y nazi Hugo Wast, así como el despistado fascistoide Pablo Antonio Cuadra o el juanrramoniano Eduardo Carranza, cuyos nombres decoraron el Instituto de Cultura Hispánica de 1946. En la España de entonces se seguía asignando a la literatura americana la función que ya Unamuno había solicitado en sus reseñas de libros para La Lectura a comienzos del siglo: el nativismo, lo folclórico, lo elemental y directo. Pero en la América de 1945 todo había cambiado. El latinoamericanismo resultó una invención fecunda: lo proclamó en 1949 Alejo Carpentier con su invención de lo real maravilloso y le dio cuerpo político urbi et orbi el Canto general (1950), de Pablo Neruda, donde la España inmemorial no salió muy bien parada. Hasta bien entrados los años sesenta los lectores españoles fueron tributarios de las excelentes ediciones argentinas que Losada, Sudamericana o Emecé hicieron de Joyce, Sartre o Faulkner, pero nadie leía los libros americanos de los mismos sellos, o del mexicano Fondo de Cultura Económica. Y nos perdíamos a Marco Denevi, Adolfo Bioy Casares, Arturo Uslar Pietri, Rosario Castellanos o Agustín Yáñez.
Apreciamos buenas novelas indigenistas y elementales como El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, o Huasipungo, de Jorge Icaza, pero casi nadie supo de la perturbadora narración urbana El túnel, de Sábato, ni del nativismo simbólico de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, ni de la existencia de un lugar llamado Santa María, que había inventado Juan Carlos Onetti, todos en los años cincuenta. Ni siquiera se reconoció la maestría de Jorge Luis Borges, cuyo éxito internacional debió más a los franceses que a nosotros.
No había boom en 1962 y, a despecho de José María Valverde, que tantas otras cosas sabía y le debemos, sí hubo novelistas —y hubo novela: un designio general de hacerla— entre 1926 y aquella fecha. En ella, por ejemplo, se imprimió Sudeste, de Haroldo Conti, la enjuta y fascinante novela del delta del Paraná. Y Julio Cortázar dio Historias de cronopios y de famas; Alejo Carpentier, El siglo de las luces en edición mexicana, y Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz y Aura. Y es que las máquinas de escribir en México o La Habana, Bogotá o Caracas, en Lima, Santiago o Buenos Aires, echaban humo. Y, cuatro años después, el chileno Luis Harss acertó a darle un título a todo ello: eran Los nuestros

La literatura que cambió el español

1962 fue un año prodigioso para la literatura en español. En América Latina se celebró el Congreso de Intelectuales y se publicaron ocho libros clave: desde El siglo de las luces, de Carpentier, o La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes, pasando por el premio Biblioteca Breve a La ciudad y los perros, de Vargas Llosa. Por eso es considerado el punto de arranque de lo que ha pasado a la historia como Boom.
Un motivo por el cual EL PAÍS publicará esta semana un especial en la edición impresa y digital titulado 50 años del Boom: La literatura que cambió el español. Escritores, críticos y periodistas de España y América Latina harán un recorrido por las raíces, los precursores, las influencias y la trascendencia de esos libros y escritores, así como la manera en que cambió el negocio de la edición. Además de dos grandes encuestas: una con los lectores a través y el último día con una veintena de escritores y críticos de medio mundo.

Hitos de la LITERATURA LATINOMERICANA

   En "El País":

Hitos de la literatura latinoamericana

Un panorama sobre algunos de los principales libros latinoamericanos antes del boom

9 NOV 2012 

Durante todo el siglo XX y hasta antes de la eclosión del llamado Boom en 1962, América Latina produjo grandes obras literarias, aunque muchas de ellas no tuvieran el reconocimiento en su momento, y otras tantas fueran redescubiertas gracias al fenómeno literario de los años sesenta. Si el siglo XX empezó bajo la gran presencia de Rubén Darío, luego se diversificó, enriqueció y exploró al encadenar una serie de novelas, cuentos, ensayos y poemarios que marcaron la literatura en español y sirvieron de base a la literatura por venir. Los siguientes son algunos de esos libros:
1918 Los heraldos negros. César Vallejo

Cuentos de la selva. Horacio Quiroga
1920 El hombre muerto. Horacio Quiroga
1922. Trilce. César Vallejo
1924La vorágine. José Eustasio Rivera
Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda
1926Don Segundo sombra. Ricardo Güiraldes
El juguete rabioso. Roberto Arlt
Cuentos para una inglesa desesperada. Eduardo Mallea

Los desterrados. Horacio Quiroga
1929. Doña Bárbara. Rómulo Gallegos
1930Leyendas de Guatemala. Miguel Ángel Asturias
1931. Altazor. Vicente Huidobro
Las lanzas coloradas. Arturo Uslar Pietri
1933. Écue-Yamba.O. Alejo Carpentier
Luna silvestre. Octavio Paz
Pedro Blanco. Lino Navás Calvo
1934. Huasipungo. Jorge Icaza
Canaima. Rómulo Gallegos
1935. Historia universal de la infamia. Jorge Luis Borges

Residencia en la tierra. Pablo Neruda
La ciudad junto al río inmóvil. Eduardo Mallea
1937Muerte de Narciso. José Lezama Lima
1938. Tala. Gabriela Mistral
1941Entre la piedra y la flor. Octavio Paz
El mundo es ancho y ajeno. Ciro Alegría
1944. Ficciones. Jorge Luis Borges
1946. El señor presidente. Miguel Ángel Asturias

1947 Al filo del agua. Agustín Yáñez
1948. El túnel. Ernesto Sábato
1949. El reino de este mundo. Alejo Carpentier
Hombres de maíz. Miguel Ángel Asturias
Libertad bajo palabra. Octavio Paz
1950. Canto general. Pablo Neruda
El laberinto de la soledad. Octavio Paz
La vida breve. Juan Carlos Onetti
1952 Confabulario. Juan José Arreola
1953. El llano en llamas. Juan Rulfo
Los pasos perdidos. Alejo Carpentier

1954. Lagar. Gabriela Mistral
1955Pedro Páramo. Juan Rulfo
Los gallinazos sin plumas. Julio Ramón Ribeyro
1957. Coronación. José Donoso
1958. La región más transparente.Carlos Fuentes
1959. Obras completas (y otros cuentos). Augusto Monterroso
1960La tregua. Mario Benedetti
Los premios. Julio Cortázar
Hijo de hombre. Augusto Roa Bastos
Así en la paz como en la guerra. Guillermo Cabrera Infante
Crónica de san Gabriel. Julio Ramón Ribeyro
1961El astillero. Juan Carlos Onetti
Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sabato
El coronel no tiene quien le escriba. Gabriel García Márquez
CONTINÚA...


jueves, 25 de octubre de 2012

LITERATURA. TEORÍA. "La lírica anterior a 1939"

 
   En el siguiente enlace tenéis el tema LÍRICA ESPAÑOLA ANTERIOR A 1939, del departamento de Lengua del IES "Sol" de Portocarrero (Almería):
https://docs.google.com/open?id=0B5K5omtWiithUXJDU1Fic1ptMTg

domingo, 16 de septiembre de 2012

TEXTO PERIODÍSTICO. "Política para diletantes", por José María Ridao


   En "El País":

 14 SEP 2012
Llevada al extremo, la lógica del populismo exige convertir la política en una actividad no remunerada. Si, como hace el populismo, se parte de que la vocación de servicio público es solo una coartada para obtener beneficios privados, entonces nada mejor que impedir la obtención de ninguno, incluido el salario de los cargos electos. Solo que, al dejar a los cargos electos sin salario, el populismo completa un giro con el que coloca al Estado moderno en rumbo hacia formas de organización política anteriores. En las Cortes convocadas por los reyes medievales, ninguno de los participantes pretendía representar otros intereses que no fueran los de su estamento, y de ahí que no cupiese la idea de que le retribuyesen las arcas del reino, que eran las personales del monarca.
Max Weber subrayó la estrecha vinculación entre el Estado moderno y la burocracia, servida por un cuerpo profesional de funcionarios que fueron reforzando un vínculo directo con la Administración en detrimento del que les unía al poder político de turno. Pero el Estado moderno, sobre todo a partir de su evolución liberal y democrática, introdujo otro cambio decisivo: los participantes en las asambleas inspiradas en las antiguas Cortes medievales comenzaron a representar el interés general, no el de unos estamentos que habían dejado de existir a efectos legales y políticos, ni tampoco el de sus votantes o el de los partidos con los que concurrían a las elecciones. Remunerar a los diputados por su trabajo era una medida para asegurar su independencia a la hora de representar, y defender, el interés general. Por otra parte, era el instrumento imprescindible para exigirles responsabilidades en el cumplimiento de esa representación y esa defensa.
Al proponer que se supriman las retribuciones de los diputados regionales, puede que la presidenta de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, haya considerado que la experiencia acumulada en la gestión del Estado moderno no sirve en situaciones de crisis como las que atraviesa España. Puede, también, que solo haya perseguido un nuevo golpe de efecto propagandístico, haciendo abstracción de sus formidables consecuencias tanto conceptuales como prácticas. De mantenerse indefinidamente esta medida, la selección negativa de los cuadros dirigentes que han favorecido la estructura interna de los partidos políticos y la Ley Electoral podría ser sustituida por una selección diferente: la del diletantismo, la de la política como entretenimiento o como lujo de quienes disponen de tiempo y de recursos para pagarlo.
Apelando a la pedagogía social, la mayoría de los cargos electos españoles han renunciado a parte de sus salarios desde que estalló la crisis. Pero existe una línea a partir de la cual la pedagogía se transforma en otra cosa, y esa es la línea que habría traspasado la presidenta de Castilla-La Mancha con esta propuesta. La supresión de los salarios de los diputados transmite un mensaje con vagos aromas no se sabe si antiautonómicos o directamente antiparlamentarios; un mensaje que, en resumidas cuentas, dice algo así como “señoras y señores, esto es lo que de verdad vale esta Cámara”.

TEXTO PERIODÍSTICO para comentario en clase. Reportaje: "Volver a los tiempos de 'La escopeta nacional'".

Cospedal agradece los aplausos tras el debate del estado de la región. / PÉREZ HERRERA (EFE)

   En "El País":

Volver a los tiempos de ‘La escopeta nacional’

Cospedal levanta ampollas con su propuesta de dejar sin sueldo a los legisladores de su región

Políticos y politólogos alertan del riesgo de corrupción y de expulsar a quien no es rico

 14 SEP 2012

¿Pensó Dolores de Cospedal, número dos del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, que su propuesta “de ahorro y ejemplarizante” iba a remover las conciencias y las vísceras de la mayoría de los políticos de España, incluidos muchos de su partido? Buena parte de la opinión pública probablemente ha acogido con enorme satisfacción la intención de la gobernante regional y dirigente nacional de dejar sin sueldo a los parlamentarios de su región. De llevarse a cabo el plan, los 49 diputados dejarán de recibir su remuneración mensual, entre 2.800 y 3.000 euros según la responsabilidad, y se establecerán pagos por asistencia a modo de dietas. El nuevo plan entraría en vigor a partir del próximo 1 de enero, aunque está por elaborar, según fuentes del PP.

¿Por qué tanto revuelo?, se pregunta la secretaria general del Partido Popular. “Se trata de que haya toda clase de profesiones en el Parlamento regional, incluidos fontaneros y electricistas”. Es decir, que el tendero, el electricista o el tapicero que tiene su profesión remunerada se desplace de vez en cuando a las Cortes de Castilla-La Mancha, con sede en Toledo, para gestionar y legislar sobre las muchas competencias del Parlamento regional en torno a impuestos, prestaciones, educación, sanidad, y sobre el devenir de 70.000 empleados públicos, de los que casi 50.000 pertenecen a los sectores de Sanidad y Educación. El tendero, el profesor, el notario o el bombero daría un salto desde Albacete, Cuenca, Ciudad Real o Guadalajara para aprobar, por ejemplo, el nuevo tramo de IRPF para los castellano-manchegos. El secretario general de los socialistas de Castilla-La Mancha y alcalde de Toledo, Emiliano García-Page, ironiza: “Unas personas en los ratos libres gestionan 8.000 millones de euros” (último presupuesto de esta comunidad autónoma).

El plan remite a la dictadura con procuradores
en lugar de electos
La presidenta replica a los críticos afirmando que “algunos no quieren que se dediquen a la política quienes pueden ganarse la vida de otra manera”. Sin embargo, su propuesta da al traste con una de las conquistas democráticas más trascendentales del Estado moderno, que impregnó a todos los parlamentarios europeos, cuyos miembros tienen remuneraciones fijas. Todos y cada uno de ellos.
A los políticos consultados, la mayoría vinculados al derecho constitucional y la historia por formación, y con otros medios de vida seguros si dejaran la política, se les viene encima la España de la dictadura de Franco, con procuradores en Cortes que, en efecto, no cobraban, en vez de parlamentarios elegidos por sufragio universal. Y antes, a la democracia censitaria de los siglos XVIII y XIX, cuando solo los tocados por la fortuna podían ser elegidos.
¿Volver a las Cortes de Franco?, se preguntan los consultados. Los miembros de esas Cortes, entre 1939 y 1977, pertenecían la clase más alta del régimen, aunque las pocas horas que pasaban al mes en el viejo palacio de la Carrera de San Jerónimo, para convalidar las leyes que aprobaba el dictador y sus ministros, les resultaban muy rentables. Los negocios que no se cerraban en ese marco, se sellaban en cacerías: “Las escenas hilarantes de la película La escopeta nacional no eran ficción”, rememoraba un veterano diputado socialista en un corrillo en el que trataba este asunto con parlamentarios de su propio grupo y de las bancadas nacionalistas.

López Garrido: “La remuneración digna da independencia”
“Esa propuesta lleva a que solo los ricos puedan estar en política y los que no lo son, ¿alguien les tendrá que pagar para vivir…?” Esta apreciación con pregunta incluida de Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, entraña otro de los aspectos que todos los políticos consultados han realzado: un Parlamento, nacional o regional, con políticos sin sueldo obligaría a quien “no sea rico por casa”, a ponerse a disposición de algún grupo, corporación, empresa o colectivo que le pague a cambio de defender sus intereses. Se abren las puertas a la corrupción, porque se prescinde del régimen de incompatibilidades.
Quienes están más preocupados son los parlamentarios de Castilla-La Mancha que concurrieron a las elecciones de mayo de 2011 con unas condiciones que ahora pueden modificarse sustancialmente. Muchos abandonaron sus trabajos o pidieron excedencia para cumplir con el duro régimen de incompatibilidades dictado durante años por los socialistas José Bono y José María Barreda. Los diputados castellano-manchegos tienen prohibida cualquier remuneración externa, por pequeña que sea, porque su dedicación tiene que ser absoluta.
El parlamentario socialista José Manuel Caballero, secretario general de Ciudad Real, denuncia que detrás de la propuesta, además del “populismo”, está el deseo de amordazar a la oposición, ya que si los diputados están de paso, porque tienen otras ocupaciones, la mayoría parlamentaria del PP puede “castigar” al PSOE al no convocar comisiones parlamentarias: legislativas y de control. Y todo por un escaño más, que es el que tiene el PP sobre el PSOE, se desespera Caballero, pero ese es el juego democrático.

Cayo Lara: “Los
representantes serán los
de los grandes ‘lobbys”
En aras, precisamente, de la pureza democrática los Estados modernos establecieron sueldos a los parlamentarios para que no tuvieran que depender de intereses particulares. De ahí las estrictas incompatibilidades de las Cortes Generales.
Un retroceso, analizado desde cualquier punto de vista. Esta es la opinión del diputado de CiU Jordi Xuclá, experto constitucionalista que, además de la vuelta a la España “en blanco y negro, a la de los Procuradores en Cortes”, rompe la igualdad de condiciones para optar a ser representante de los ciudadanos. “La política no es una profesión pero se debe llevar con profesionalidad”, afirma Xuclá, un parlamentario muy activo.
Además, expone todo su rechazo a una nueva versión de la democracia censitaria de los siglos XVIII y XIX, en la que tanto para elegir como para ser elegido se debía tener riquezas, títulos honoríficos o determinados blasones. Estas épocas son rememoradas por el diputado socialista y portavoz de Defensa de su grupo, Diego López Garrido, letrado en Cortes y catedrático de Derecho Constitucional: “Quien te paga manda; y si te paga el pueblo estás a su servicio y si no es el pueblo, pues alguien te pagará, a no ser que seas rico, abriéndose la puerta a la corrupción", concluye López Garrido. “La remuneración justa y digna de los presupuestos públicos dota al diputado de independencia y le libra de ataduras”, remacha.

CiU: “La política no puede
ser el chivo expiatorio
de la crisis económica”
El coordinador general de IU, Cayo Lara, califica de predemocrática y anticonstitucional esta medida. En efecto, la Constitución establece la asignación económica para los parlamentarios, precisamente para preservar su independencia. “Dejar sin sueldo a los parlamentarios equivale a dejar sin representación a la mayoría de los ciudadanos y que los representantes de las Cortes sean los grandes lobbys”, deduce el político izquierdista.
A la Historia con mayúscula se apela con insistencia al analizar este asunto. Asi lo hace el portavoz adjunto de UPyD, Carlos Martínez Gorriarán. “Si tuviera unos mínimos conocimientos de historia, la señora Cospedal sabría que su tesis es predemocrática y supone un retroceso de siglos”. Por el contrario, tener un sueldo público “no es un privilegio para los diputados siempre que se mantenga en límites razonables”, sino que es una “conquista democrática”, sostiene Gorriarán.
Y ya se han dado pasos para que la remuneración de los parlamentarios sufra las mismas mermas que experimentan todos los empleados públicos. Los recortes son los mismos en el porcentaje más alto de la tabla y, por supuesto, tampoco tendrán paga extra de Navidad el próximo mes de diciembre.
Quienes se oponen a dar un vuelco al sistema de remuneraciones de los parlamentarios y a abrir la puerta a que trabajen en otras actividades se dirigen enfáticamente a la opinión pública para que mediten sobre las consecuencias de esa medida. El secretario general del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo, Enrique Guerrero, establece esta disyuntiva con fuerte carga crítica. “Es preferible que los ciudadanos paguen a los diputados por resolver sus problemas a que paguen redes como la Gürtel por algo que beneficia a representantes corruptos de los ciudadanos”, señala este profesor titular de Ciencia Política.

Cospedal propone que los legisladores sean profesionales en activo
Una y otra vez los peligros de permitir a parlamentarios que simultaneen actividades privadas con el Parlamento brotan de los políticos. “No se puede simultanear el escaño con una actividad que puede desarrollarse en despachos de abogados quizá dirigidos por diputados que sirven a un lobby”, rechaza Guerrero.
¿Qué alcance tendrá esta medida que Cospedal propone para las Cortes de Castilla-La Mancha? Que haya hecho la propuesta la máxima dirigente del PP, después del presidente del Gobierno y del partido, Mariano Rajoy, es lo que ha hecho que el resto de los partidos le den la máxima relevancia. También se la han dado dirigentes regionales del PP, que no ocultan en privado cierto malestar porque su “jefa” marque esa tendencia.
En público predomina la tibieza o la desviación del tema. La vicepresidenta primera del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, alabó todas las medidas que puedan tomar las comunidades autónomas para ahorrar. “Cada comunidad decide qué medidas considera más oportunas”. A Esperanza Aguirre, presidenta de Madrid, la medida no le sugiere nada especial: “No me parece ni bien ni mal”, y recordó que durante unos años los parlamentarios de Madrid no recibían remuneración fija. En efecto, eso fue así hasta los primeros años noventa, pero hubo un “ataque de dietitis”, como recuerda un gobernante de la época. Se entendió por ese fenómeno aquel que llevaba a los parlamentarios a apuntarse al mayor número posible de comisiones para abultar las dietas. Mejor un sueldo fijo, pensaron, ya que los pagos empezaron a desorbitarse.

8.000 millones no pueden gestionarse
en ratos libres, dice García-Page
Sí, hay incomodidad en el PP por este debate que la mayoría de los dirigentes tratan de encapsular en las Cortes de Castilla-La Mancha. Así, el portavoz parlamentario del grupo Popular, Alfonso Alonso, proclama su identificación con “la doctrina de los padres de la Constitución” que, para él, “sigue vigente”. “Los parlamentarios tienen una asignación pública para mantener su independencia y para que el acceso a la política no esté vetado por razones económicas”. Por tanto, rechaza planteamientos “demagógicos y agresivos contra la política” y se queda con “posiciones equilibradas”. Sí al sistema, pero “con ajustes”, trata de zanjar el responsable de los parlamentarios del PP.
¿Es la crisis el detonante de propuestas cuyas consecuencias no se han meditado? En parte sí, reconocen los consultados. Pero hay irritación, como expresa, en forma de ruego, el diputado de CiU, Jordi Xuclá: “La política no puede ser el chivo expiatorio de la crisis”.

TEXTO PERIODÍSTICO. COLUMNA. "Cuerpos", por Manuel Vicent

Manuel Vicent

   En "El País":

 16 SEP 2012
Una joven atractiva, mientras se maquilla ante el espejo del cuarto de baño para ir a trabajar, recita una nueva versión del monólogo de Hamlet: ser o no ser, esta es la cuestión, levantarse todos los días a las siete de la mañana y tener que aguantar a un jefe despótico, machista e incompetente, todo por mil y pico euros al mes, o renunciar a esta lucha agotadora y quedarme en la cama para dormir, tal vez soñar, junto a un marido vulgar, a quien con un poco de maña puedo dominar a mi antojo. Este dilema aciago parece haber arraigado en buena parte de la juventud femenina. Frente a aquella generación de mujeres, que en los años sesenta del siglo pasado decidió ser libre y realizó un arduo sacrificio para equipararse a los hombres en igualdad de derechos e imponer su presencia en la primera línea de la sociedad, cada día es más visible una clase nueva de mujer joven, incluso adolescente, que ha elegido utilizar las clásicas armas femeninas, que parecían ya periclitadas, la seducción, la belleza física y el gancho del sexo para buscar amparo a la sombra de su pareja y recuperar el papel de reina del hogar. Puede que la moral de la iglesia católica se haya aliado con la crisis económica para imbuir tenazmente en la mujer la idea que vuelva a casa, críe hijos, se ponga guapa y complazca en todo a su marido. Si una chica acude a diario a machacarse en el gimnasio, si se atiborra de silicona, si camina sobre unas plataformas increíbles, si decora su piel con toda suerte de tatuajes, ¿busca sentirse saludable y fuerte para luchar por sus derechos o, tal vez, solo trata de convertir su cuerpo en un objeto de deseo, en un arma de combate frente a los hombres? Ser o no ser. ¿Qué es mejor, soportar a un jefe tirano que me explota o a un marido mediocre que me llevará a París si le hago un mohín de gatita? Puede que el dilema no sea tan rudo, pero aquellas mujeres que en el siglo pasado lucharon como panteras por su dignidad, sin tiempo para pintarse los labios, tienen ahora unas nietas hermosas, siliconadas, tatuadas con serpientes y mariposas, dispuestas a claudicar en sus derechos, con tal de ganar la otra batalla, el viejo sueño de sentirse adorables y tener al macho de nuevo a sus pies en la alfombra.

TEXTO PERIODÍSTICO. "El fin de la cultura de los objetos", reportaje. Y TEXTO PERIODÍSTICO PARA COMENTAR: "Digital: más oral que escrito", por Antonio Rodríguez de las Heras


   En "El País":

El fin de la cultura de los objetos

El arrendamiento de los servicios sustituye a la compra y el almacenamiento de bienes culturales

 15 SEP 2012
Cuando le alcance la muerte, la biblioteca digital que recopiló durante años se esfumará con usted. Todos los discos o libros comprados en tiendas electrónicas como Amazon o iTunes (Apple) se perderán en algún sitio del ciberespacio. En realidad, ni siquiera hará falta. Usted nunca los poseyó, simplemente fue arrendatario vitalicio de un servicio de lectura o escucha musical que esas compañías le prestaron a cambio de una cantidad de dinero molestamente parecida a la que solía pagar por hacerse con un ejemplar físico de esos títulos (añadido a que el gravamen por los libros electrónicos es 17 puntos superior al del de los tradicionales). En aquel mundo de los objetos en el que vivió, un disco solía costarle alrededor de 15 euros. Hoy son solo diez, pero no puede prestarlo, tirarlo por el balcón, copiarlo o tan siquiera dejárselo a sus hijos cuando muera.
 Esta semana, a raíz del rumor acerca de que el actor Bruce Willis pensaba demandar a Apple por no permitirle transmitir en herencia a sus hijas su enorme colección de discos (desmentido por su esposa en Twitter) ha prendido el debate sobre el asunto y los ánimos de usuarios contra las empresas. El nuevo modelo de negocio en la música y los libros, dos sectores que atraviesan una profunda crisis de identidad y de formato, se fundamenta en prestar servicios en lugar de vender bienes. Una idea anunciada ya por Jeremy Rifkin en su libro La era del acceso (Paidós, 2000) y que se materializa a cada paso que da el sistema de venta y consumo. En la cultura, da igual, o en la venta de coches, pagamos ya por mantener abierta durante un tiempo esa puerta trasera que da al patio de las emociones.
La acumulación de bienes ya no determina la riqueza ni la identidad
La acumulación de objetos ya no determina la riqueza ni la identidad del recopilador. El obsesivo acopio ha perdido aquella magia que describía Walter Benjamin en Desembalando mi biblioteca: “El encantamiento más profundo consiste en encerrar el objeto individual dentro de un círculo mágico en el que queda congelado mientras el escalofrío final, el escalofrío de la adquisición, lo recorre”. Y es cierto que sabíamos ya que un libro o un disco digital no se tocan. Que ese “escalofrío de la adquisición” se ha vuelto un mero cosquilleo vía Paypal. Pero ahora sabemos también que los nuevos bienes no se poseen ni serán para los que nos sucedan. Algo así como el fin de la cultura de los objetos; o de los objetos de la cultura. El servicio que alquilamos se presta única e intransferiblemente a la cuenta de usuario con la que hacemos las transacciones. Se acabó aquello de domesticar el tiempo a través de la colección de cosas, como decía Baudrillard en su famoso Sistema de los objetos.
Almacenar es en este mundo inmaterial cosa de otra época. Algo más cercano a un molesto síndrome de Diógenes que a una acumulación de saber. Los hogares ya no se diseñan con estanterías (incluso Ikea se plantea un rediseño menos profundo de su estantería Billy) y los ordenadores cada vez necesitan un disco duro más reducido: para eso está la nube. Puestos a tirar de analogía, es probable que la capacidad de archivar la información tampoco sea ya tan necesaria en el cerebro. Se potencia la memoria RAM (la velocidad, la habilidad, la capacidad de hacer más de una tarea a la vez, como explica Nicholas Carr en Superficiales) en detrimento del almacenamiento de datos que nunca necesitaremos. Lo que se busca, se encuentra en Google. El riesgo, de alguna manera y evocando aquella escena final de Blade Runner, es que todas nuestras experiencias (en este caso el patrimonio cultural), lo que configuró el mapa de nuestra identidad y nuestro secreto deseo de trascendencia, se pierdan como lágrimas en la lluvia.
“Lo físico y tangible cada vez tiene menos relevancia”, dice Simone Bosé
“No tiene sentido. Solo responde a unos intereses comerciales. Los costes de almacenamiento en la nube son irrisorios. Almacenar todas nuestras bibliotecas personales supone un coste residual para estas compañías”, critica Javier Celaya, fundador de Dosdoce, observatorio de las nuevas tecnologías en el sector cultural. “Teníamos unos derechos que ganamos en el mundo analógico y que no deberíamos perder en el mundo digital. Es cierto que ya no es una propiedad, sino un servicio, pero si mañana Amazon desaparece, ¿se va al traste nuestra biblioteca? Nos tendrían que garantizar que podemos tener acceso siempre a esos archivos. Incluso si nos queremos ir de Amazon. Sucedía igual con el número de teléfono de las compañías de móviles. El mundo digital lo estamos creando, no es necesariamente así”, insiste Celaya.
Lo perdurable, lo indestructible, incluso en el amor (véase el auge de las webs de adulterio o contactos), es hoy una actitud muy poco ecológica en este “régimen de obsolescencia” —como lo define el filósofo José Luis Pardo—. Proliferan empresas de almacenaje como Bluespace para enterrar ahí sin fecha de vuelta todo lo que ya no podemos absorber en nuestra vida doméstica. Y lo mismo sucede con los datos que almacenamos. Una vez muertos, y ya que nadie más puede tener acceso a ello, lo que queda de nosotros en la Red no son más que molestos residuos duplicados infinitamente. Entonces, ¿qué mejor destino que la destrucción?
La mayoría de jóvenes en EE UU escuchan música a través de Youtube
En cuanto a la fiebre archivística tan del siglo XX, especialmente la referida a la música ¿quién necesita hoy comenzar una colección cuando está toda en Youtube? Según un estudio de la consultora Nielsen publicado recientemente, la mayoría de jóvenes estadounidenses eligen dicho canal de vídeos para escuchar música. Ni CD, ni LP ni iTunes. Así que, bien mirado, a quién le importa adónde demonios vaya a parar el contenido histórico de nuestra estantería. “No sé si es progreso, evolución o cambio de modelo de la propiedad como la entendíamos hasta ahora. Lo físico y tangible cada vez tiene menos relevancia. Los contenidos pasan a tener un componente de disfrute más que de propiedad. ¿El precio? Lo pone el que los comercializa. Creo que en el futuro todos los hábitos cambiarán, sobre todo la valoración de la propiedad. Todavía nos aferramos a un romanticismo materialista de otra época. Hay objetos que todavía pertenecen al ámbito del coleccionismo o la valoración fetichista de un disco. Ahora ya no transportamos los objetos culturales, accedemos al contenido”, explica Simone Bosé, presidente de EMI Music España.
Justamente, ese concepto de “contenido” (referido a música, libros o información periodística, antes claramente delimitados) nace paralelamente a esta nueva cultura del arrendamiento de los bienes culturales. De alguna forma, periódicos, discográficas o editoriales se encuentran de golpe en una misma industria que alquila información para dispositivos electrónicos. “Tendemos a llamar contenido a todo lo que se produce de alguna forma intelectual, pero no veo una connotación negativa. Pero sí que puede responder a ese cambio de paradigma en la distribución de los bienes culturales, en el acceso más que en la propiedad”, insiste Bosé.
El escritor Eloy Fernández-Porta, autor de libros como Afterpop o Ero$, acaba de enfrentarse personalmente a este problema. Su padre, el filósofo Francisco Fernández Buey, murió este verano y encontrar acomodo a la biblioteca especializada de más de 5.000 volúmenes que recopiló fue una odisea más que una satisfacción. “El mayor problema que tenemos es que seguimos pensando en términos humanos en un mundo que ya no lo es. La posesión de los formatos inmateriales no es un derecho humano. Es un arrendamiento del espacio digital corporativo. Pero seguimos pensando en el espacio como un terreno que nos legó la naturaleza y siempre discutimos a quién pertenece. Además, la difusión de las innovaciones técnicas no es una deuda que el innovador ha contraído con la especie humana, es parte de una política de patentes. Si Gutenberg viviera hoy no daría gratis una cosa que desde luego vale dinero”, reflexiona Fernández Porta. “Pero el más decisivo es la noción de consanguinidad. La entendemos como una correa de transmisión que enlaza el cuerpo, la genealogía, con la ley (herencias). La noción del cuerpo humano se ha transformado, de modo que la consanguinidad solo puede ser entendida como un accidente biológico reversible. Los derechos que siempre venían con ella no se aplican. Es el tema central del asunto poshumano. Ya no vivimos en una era de la transmisión genealógica generacional. La ley y los genes corren en paralelo”, insiste.
Fernández Porta: “Pensamos como humanos en un mundo que no lo es”
Como apunta Fernández Porta, la ruptura de esta línea genealógica ya venía sugerida por la tradición de la ciencia ficción con novelas como el Fin de la infancia, de Arthur Clarke oBlade Runner, donde siempre existe una lucha entre el creador y su creación, pero donde nadie se plantea ni remotamente tener hijos como una forma de trascendencia o posible legado. En caso de que llegasen, es probable que el interés por heredar decenas de cajas llenas de objetos acumulados durante años, el peso de esa narcisista recolección del padre, no logre soportarlo ni una sola generación más. 

Digital: más oral que escrito

ANTONIO RODRÍGUEZ DE LAS HERAS
Tendemos a colocar la cultura digital que rápidamente está emergiendo en una línea temporal: la cultura oral milenaria, la cultura escrita secular, y ahora, a continuación, la cultura digital. Y la comprensible inercia ante la transición hace que cueste liberarse de una interpretación en que esta recién iniciada forma de instalarse en el mundo es solo una continuación de la cultura escrita. Pero este fenómeno de transformación no se puede entender tan linealmente. Hay que superar la tentación de la simple secuencia temporal y ver la cultura digital como una cuña que penetra entre la cultura oral y la cultura escrita. De manera que bascula entre las otras dos, es más, parece que muestra mayor inclinación hacia la cultura oral. Y esto quizá sorprenda desde la cultura hegemónica, que puede considerar que si hay un cambio es para superar lo que ella ha conseguido, no para volver atrás. De ahí esa visión lineal y progresiva en que se pretende colocar lo nuevo. Sin embargo, no es así: la cultura digital recupera y reinterpreta rasgos clave de la cultura oral.
La oralidad se sostiene sobre lo efímero: la palabra, el gesto, la situación... tan fugaces. La repetición, por tanto, como forma de resistirse a esta inconsistencia. Pero cada repetición es única y original. Lo sucedido se hace ya inaprensible. La palabra, el gesto y el momento no dejan rastro material, hay que repetirlos para no perderlos, pero, porque las circunstancias son otras, será ya una reformulación de lo anterior. Para que no se pierda la cultura oral tengo que repetir lo que digo, y que lo repitan otros. Si otros no intervienen o se les prohíbe, si no se adapta lo que se diga al momento, se pierde sin remedio.
La cultura escrita trae un medio artificial de presencia no obligada. La palabra perdura (y con el registro audiovisual, el gesto y el entorno). Pero el resultado es que nos cargamos de materia resistente al paso del tiempo, que va poblando, porque ocupa un lugar, nuestro ámbito. Proporciona una satisfactoria sensación de posesión, y tu identidad se ancla en los objetos que perduran.
En un principio creímos que la digitalidad era un mundo virtual que estaba al otro lado de la pantalla. Una frontera, pues, bien definida y separadora. Pero ahora notamos que no es así: el mundo digital, virtual, se derrama, penetra en nuestro mundo de objetos bien tangibles, hechos de átomos, y comienza a habitar entre nosotros. Marea que empapa la materia y la reblandece y con ello se debilita nuestra forma de asirnos a la existencia. Es mucho más perturbadora de lo que se podría suponer esta emergencia de la digitalidad. Altera modelos de negocio, afecta a derechos adquiridos del consumidor, replantea los conceptos de propiedad y de autoría, sí, pero sobre todo, nos empuja irresistiblemente a otras formas de ver el mundo y de estar en él.
Antonio Rodríguez de las Heras es catedrático de la Universidad Carlos III



viernes, 14 de septiembre de 2012

TEXTO PERIODÍSTICO. Editorial: "Sin presente ni futuro""


   En "El País":

 14 SEP 2012 

Casi dos millones de jóvenes españoles entre los 15 y los 29 años ni estudian ni trabajan. Son los llamados ninis. La cifra —1,9 millones exactamente— la recoge un reciente informe de la OCDE (Panorama de la educación 2012) y corresponde al año 2010, por lo que no es arriesgado suponer que la situación ha empeorado. Es una foto fija, en todo caso, que evidencia, además de los fallos del mercado laboral, las lagunas que todavía sufre el sistema educativo español y que el proyecto de ley que prepara el Gobierno solo aborda tangencialmente.
La tasa oficial de paro juvenil en España es del 53,28%, un porcentaje que, en Europa, solo es similar al de Grecia. Que la proporción de los que tampoco cursan ningún estudio sea, sin embargo, muy superior indica que aquí hay deficiencias educativas que es urgente corregir. Una de ellas es la escasa implantación de la Formación Profesional. La otra es un sistema adecuado de coordinación entre la escuela y la empresa que facilite el tránsito hacia el mercado de trabajo. Según el informe, una mayor participación en la Formación Profesional suele ir acompañada de una menor inactividad entre los jóvenes. Pues bien, España es, junto a Turquía, el país con menor porcentaje de diplomados en Formación Profesional de la OCDE. A ello se suman las dificultades de enganche que tienen los jóvenes una vez que dejaron los estudios en un país que, aun con mejoras, sigue exhibiendo un triste récord en abandono escolar.
Las reformas que prevé el borrador de la llamada Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa apenas si van a tener incidencia en este problema. El proyecto recoge fundamentalmente cambios de corte político con una clara tendencia a la recentralización de la enseñanza. El refuerzo en Lengua, Matemáticas y Ciencias está contenido y era una necesidad. Respecto a la Formación Profesional, incorpora un nuevo ciclo temprano, pero en el que persiste ese escollo de la dificultad de reengancharse. Volver al sistema de reválidas y adelantar la edad en la que los estudiantes deben elegir es una opción polémica que no garantiza la mejora de la calidad educativa, seriamente amenazada por los recortes dictados por este mismo Gobierno. Mientras en Francia se libera al sistema educativo de los ajustes del gasto público y se trabaja por contratar a 60.000 nuevos profesionales en los próximos cinco años, aquí se ha aplicado la tijera sin tener en cuenta que la educación es, fundamentalmente, una inversión productiva de la que depende la competitividad del país.
El alto porcentaje de ninis registrados en España coincide con la creciente huida de ciudadanos hacia otros países (40.625 en el primer semestre de este año; un 44,2% más que en el mismo periodo del año anterior), lo que supone, en parte, perder los beneficios de la inversión que España hizo en ellos. La descapitalización es evidente y la falta de alternativas, dramática.