domingo, 20 de enero de 2013

PRENSA. NARRATIVA ENTRE LOS 70 Y LA ACTUALIDAD. "Alberto Méndez o la dignidad de los vencidos". (Sobre "Los girasoles ciegos")


   En "El País":

 15 OCT 2005
El Premio Nacional de Literatura de 2005, fallado la semana pasada, ha recaído en Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez. Un libro de cuentos sobre la Guerra Civil que ha gozado desde su publicación de plena aceptación entre la crítica y el público. Historias de derrota que activan la memoria.

Cuando un peculiar libro de cuentos, como es Los girasoles ciegos, contra todo pronóstico comercial razonable, gana el Premio de la Crítica, el Premio Nacional de Literatura, agota seis ediciones (unos quince mil ejemplares, según su editor), y consigue vender los derechos de traducción a Alemania, Francia, Italia y Serbia, es que algunas virtudes especiales debe tener. Y claro que las tiene: la emoción que produce su lectura y la indiscutible calidad literaria.
El caso es que en una sociedad en la que las novelas insustanciales ocupan tanto espacio mediático, hasta el punto de que apenas dejan sitio para los empeños literarios discretos, más honestos y ambiciosos, como el de Alberto Méndez, es un auténtico milagro que un jurado tan estrambótico como el reunido en el Ministerio de Cultura (hay entre sus miembros honrosas excepciones, claro está; en esto el actual Gobierno no ha logrado distinguirse del anterior) haya acertado plenamente. Lo que no significa que no hubiera otros libros merecedores de reconocimiento, como las novelas de Javier Marías y Luis Mateo Díez, e incluso las memorias de Carlos Castilla del Pino. Hay, por tanto, que alegrarse, y mucho, pues la decisión del año pasado, junto con la forma en que se compuso también entonces el jurado, habían dejado el prestigio del galardón bastante mermado.
¿Por qué tachaba antes Los girasoles ciegos de libro de cuentos peculiar? Pues porque de entre las diversas maneras en que puede organizarse un volumen de cuentos, el autor había optado por la que quizá fuera la más compleja, la que denominamos "ciclo de cuentos", una modalidad a la que también pertenecen, por mencionar un par de buenos ejemplos, Dublineses, de Joyce, y los Cuentos del Barrio del Refugio, de José María Merino. En estos libros de relatos, las piezas, aunque mantengan su valor independiente, aparecen asimismo trabadas, generando otra unidad de sentido distinta.
Pero también es éste un libro de narraciones sobre la Guerra Civil y sus consecuencias políticas y sociales, el último eslabón de una ya riquísima tradición literaria que ha tenido en Max Aub y Juan Eduardo Zúñiga, por sólo citar nombres indiscutibles, algunos de sus mejores cultivadores. Al leerlo por primera vez recordé una frase de Cervantes que le gustaba citar al autor de La gallina ciega: "Con ser vencidos llevan la victoria".
Si no recuerdo mal, el libro de Alberto Méndez apareció en la editorial Anagrama en febrero de 2004, cosechó numerosas y excelentes críticas (de Santos Sanz Villanueva, Ángel Basanta, Juan Antonio Masoliver, Antonio Garrido, Pilar Castro, Pedro M. Domene y Francisco Solano, entre otros), y obtuvo en diciembre el Premio Setenil, que gracias a la iniciativa y al excelente olfato literario de Manuel Moyano y Ramón Jiménez Madrid, se concede en Molina de Segura (Murcia) al mejor libro de cuentos del año.
Cuando el 10 de abril se falló el Premio de la Crítica, el libro continuaba en la primera edición, la segunda apareció unas semanas después y desde entonces no han dejado de sucederse de manera imparable. Lo recuerdo bien porque he observado en diversas ocasiones cómo Marta Ramoneda, de la librería La Central, de Barcelona, quien utilizó el libro de Méndez en el Taller de Lectura que coordina en el Raval, y un cliente habitual con pinta de profesor latoso, cantaban alborozados la aparición, una tras otra, de las sucesivas ediciones... Éste es, por tanto, el típico caso de un libro que funciona por el boca a boca, por la recomendación de los lectores, tras la llamada de atención que supuso el Premio de la Crítica.

Quién fue Alberto Méndez

Ya se ha recordado hace poco en estas mismas páginas, su militancia en el partido comunista, y su vinculación con el mundo editorial, sobre todo a la prestigiosa editorial Ciencia Nueva. Lo que quizá sea menos conocido es que nació en Roma porque su padre, el poeta y traductor José Méndez Herrera, trabajaba para la FAO, aunque los lectores veteranos lo recordarán como traductor habitual de la editorial Aguilar, de autores tan importantes como Goldoni, Dickens, Stevenson, Chesterton y J. B. Priestley, entre otros. Así, en 1962, obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión de las obras teatrales de Shakespeare.
Dos meses antes de morir, en un correo electrónico que le envió a un amigo, Alberto Méndez afirmaba: "Mi vida ha sido, y así pretendo que sea, una vida oscura y oscurecida por mi dedicación al trabajo y a la familia. El resto ha sido mi militancia política, la clandestinidad, y una obcecación tan fracasada como enfermiza por contribuir a la caída de la dictadura. Lo malo es que, además de no caer, me arrojó encima toda la excrecencia que dimanaba".
No menos interés tiene un breve texto que compuso con motivo de la concesión del Premio Setenil, titulado En torno al cuento. En él, además de señalar a Borges, Cortázar y Carver como sus cuentistas preferidos, apuntaba las virtudes y defectos del género. Así, señala que el cuento se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, porque sólo utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo. Cuando todo ello se logra, comenta, se consigue la dosificación y el equilibrio interno adecuado que convierten al cuento en un género absolutamente moderno.
No quiero concluir sin referirme al libro, aunque ya haya sido suficientemente explicado y valorado. En Los girasoles ciegos se narran cuatro historias de horror y desolación, en las que se ahonda en las razones de la derrota, no en vano los subtítulos de los cuentos aluden a ella. Son relatos para activar la memoria, contra el olvido, y en defensa de la idea de que en una guerra entre hermanos, al fin y a la postre, todos son perdedores. Quizá por ello los personajes a los que se les proporciona voz, siempre seres anónimos, aparezcan desorientados, perdidos, como los "girasoles ciegos" del título, como el Hermano Salvador de la última pieza del conjunto. La cita inicial de Carlos Piera nos incita a asumir la historia, a no olvidarla, a cumplir con el correspondiente duelo que supone el reconocimiento público.
Éste es, por tanto, uno de esos pocos libros que puede satisfacer a todo tipo de lectores. Por un lado, es sencillo y profundo a la vez; realista, pero cargado de simbolismo. Por lo que no me parece arriesgado repetir la propuesta que hace ya varios meses les hice a los lectores de la revista Quimera, sin que mi economía haya sufrido hasta ahora merma alguna por ello. Estoy tan seguro de que van a disfrutar y a emocionarse con la lectura de estos cuentos que me comprometo a devolverles el dinero a todos aquellos que se sientan decepcionados con su lectura. Es una oferta sin riesgo alguno.
Fernando Valls es profesor de literatura española contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y director de la revista Quimera.

lunes, 7 de enero de 2013

LÍRICA ANTERIOR A 1936. "Idilios", nuevo libro de Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez

   En "El País":

Moderno pastor de la belleza y el infinito

Juan Ramón Jiménez protagoniza el comienzo del año con la aparición de ‘Idilios’

Es un poemario de 1912 que ve la luz y que guarda 38 inéditos sobre su amor a Zenobia Camprubí

 7 ENE 2013
Entre un amor que no pudo ser y otro que sí quería serlo, se encuentran estos Idilios de Juan Ramón Jiménez (que la editorial La Isla de Siltolá publicará a principios de febrero), escritos a partir de 1912, anteriores por tanto a Diario de un poeta recién casado. Y aunque no llegó a editarlos, sí recogió bastantes poemas en sus antologías, repartidos en Idilios clásicos e Idilios románticos. JRJ (1881-1958) fue un creador incesante para el que lo verdaderamente importante no eran los libros sino su Obra. Prefería escribir a publicar, y así su Obra sobrepasó su vida con proyectos que aún duermen entre sus archivos.
Los manuscritos de estos 98 Idilios se hallaban dispersos entre Madrid y la Universidad de Río Piedras en Puerto Rico. La estudiosa Rocío Fernández Berrocal ha reconstruido, ordenado y editado con paciencia y convenientemente este libro, que se abre con luminoso y sensible prólogo del poeta Antonio Colinas y siempre alentado por la infatigable Carmen Hernández Pinzón, sobrina nieta de JRJ.
La aparición ahora de Idilios, cien años después de su redacción, confirma que las maravillosas novedades y los formidables hallazgos que trajo el Diario a la poesía española estuvieron jalonados por obras como esta o El silencio de oro, tanto tiempo inéditas. Son los necesarios eslabones recobrados entre las recargadas y afrancesadas estrofas de Laberinto y el inusitado verso desnudo de Diario. Sería inimaginable que tanto primor hubiese brotado sin estos aciertos previos. Hace dos años presentaba Caballero Bonald en EL PAÍS la hasta ahora última pieza inédita de JRJ, Arte menor: libro de poesía neopopular, pero sin el fácil acarreo popularista.
Manuscrito de uno de los poemas de 'Idilios'.
Idilios es poesía amorosa, sensual, en la estela de Libros de amor, aunque sin el erotismo de este. En la primera parte, Idilios clásicos, pasa la sombra de su idealizada Blanca Hernández Pinzón, “novia blanca” de su adolescencia, que finalmente se casó con quien no debía. Y también cruza la desconocida, elegante y fina norteamericana Luisa Grimm, malcasada con un rico boliviano borrachísimo que no entendía de poemas, pero que tenía dinero. En esas mismas fechas, JRJ y su familia perdieron todo su patrimonio cuando el Tribunal Supremo daba la razón al Banco de Bilbao y embargaba las propiedades de la familia Jiménez. JRJ sí entendía de poesía, pero no de dinero.
Los manuscritos se hallaban dispersos entre Madrid y Puerto Rico
Cuando conoció en Madrid el amor verdadero, Zenobia, su verso voló entonces hacia la crónica lírica, hacia el diario de ese otro “idilio romántico”. Donde fluye con naturalidad el momento sentido y el tiempo enamorado en ágiles y leves estrofas. No sorprende que algunos de estos poemas pasasen después a Diario de un poeta recién casado. Eran su silencioso embrión. JRJ huía del recargado alejandrino melodioso para recogerse en un verso sencillo, próximo, a veces, a la copla. El amor hizo esencial su poesía y la fue desnudando hermosamente desde Idilios hasta engrandecerla en Eternidades.
No hay pastores clásicos como en los Idilios de Teócrito. En estos breves y tiernos Idilios de JRJ, sí trato amoroso escrito mientras paseaba por el campo moguereño, pero también sentado en un solitario banco debajo del balcón de Zenobia en el Paseo del Prado de Madrid. JRJ, moderno pastor, enamorado y perdido en una ciudad sucia y bulliciosa, no dejaba de cantar la belleza, el amor y el infinito.
Este año, habrá más JRJ. La editorial Pre-Textos anuncia Vida, uno de sus magnos e imposibles proyectos. Una autobiografía que constará de varios tomos, en verso y prosa, y que comenzó a escribir a partir de 1940 en en Miami. Antes, en los años treinta, se asustó cuando la editorial Atenea de Fernando Calleja le encargó a Pedro Salinas redactar una pretendida biografía del moguereño. Para combatir tanta tergiversación y tanta mentira con que quisieron lastrarlo sus enemigos, mejor hacerlo uno mismo que no dejárselo a otro. JRJ saldrá de nuevo, como la vida, desde su invierno hacia su primavera.
José Antonio Expósito es doctor en Filología y editor de Juan Ramón Jiménez.

POESÍA ANTERIOR A 1936. "Los años prodigiosos [de Juan Ramón Jiménez]". Antonio Colinas

   Juan Ramón Jiménez

   En "El País":

Los años prodigiosos

Antonio Colinas analiza los poemas inéditos de Juan Ramón Jiménez que van a salir a la luz

Las composiciones están incluidas en el libro 'Idilios', que se publicará entre enero y febrero

El poeta y escritor subraya la importancia de la "decisiva" etapa entre 1908 y 1917

 6 ENE 2013 
Hemos venido afirmando que, quizá, Juan Ramón Jiménez sea el poeta español del siglo XX que mejor resiste la prueba del paso del tiempo. Ello es así, sobre todo, porque la amplitud de su obra sigue deparando sorpresas, tanto a sus estudiosos como a sus lectores; pero también porque poseyó el don de una voz propia que lo distingue –condición primordial para valorar la autenticidad de un creador– y porque su obra responde a un sentido universalista. El desenlace de este afán –extremado y bello como una música– serían sus últimos libros, en los cuales su sentir y su pensar se decantan con extremada pureza expresiva, quedando la palabra en los límites del silencio.
También constatamos que son varios los registros de esa voz suya y que, en consecuencia, son igualmente varios sus libros emblemáticos. Por ejemplo, se coincide en ver como decisivo el cambio estético que supuso el Diario de un poeta recién casado. Otros señalarían, y con razón, la última etapa, con cumbres como Espacio y Tiempo, en reciente y preciosa edición (Linteo, 2012); o, como raíz primera de su mundo, el sentimentalismo desbordado de Arias tristes o Jardines lejanos.
Manuscrito de uno de los poemas de Juan Ramón Jiménez contenidos en 'Idilios'.
También es clave, al referirnos a Idilios, hablar de una etapa para mí central y decisiva –Rocío Fernández Berrocal la llama “encrucijada clave”–, que es la que va de 1908 a 1917. Década que tiene sus orígenes en los días de retiro en Moguer y que se cierra con el cambio radical que supuso el Diario de un poeta recién casadoAhora –a la espera de la cuidada edición de Idilios podríamos pensar que éste es el libro que resume esa década prodigiosa. Primero, porque al haber sido escrito entre 1912 y 1913 (entre esos dos polos decisivos en su vida que fueron Moguer y Madrid: el tercero fue América), es decir en el centro de esa década; luego, porque Idilios podría ser el fruto decantado, esencial, de esa etapa que ha sido reconocida con fulgurantes calificativos: la de los “libros amarillos”, los “borradores silvestres” o los “fastuosos tesoros”.
¿Por qué fue así? ¿Por qué esa intensidad en la emoción y esa emoción hacia lo puro? Porque el poeta dejó fluir en aquellos años (y en este libro concreto) su voz con naturalidad. Porque ni deja desbordar sus sentimientos, como en sus primeras entregas, ni “construye” los textos como en sus últimos libros. En esta etapa el poema fluye al utilizar, en grado sumo, medios que son muy de él: la emoción, la intensidad, la ternura, un lirismo finísimo, la conmoción en el sentir y los hallazgos en el pensar (poético), la sorpresa, la palabra ajustada, el fulgor de la concisión…
Reunido ahora el libro y estudiado gracias a la sensibilidad y a la laboriosidad de Rocío Fernández Berrocal, vemos que esta obra –hasta ahora dispersa como otras suyas–, se funde en una unidad preciosa que, a su vez, proviene de una dualidad: la de las dos partes que componen el libro: “Idilios clásicos” e “Idilios románticos”. Dualidad que, en principio señala una engañosa significación meramente “literaria”, cuando el significado último está en lo hondo de cada palabra, verso y poema.
La relación, ahora probada contundentemente, de esta obra con la esposa del poeta, Zenobia, enriquece enormemente el sentido de la misma (“el idilio eras tú”). Con dedicatorias, además, expresas, como la perturbadora que abre el libro: “In Memoriam/ Z. C. A/ muerta para el amor”. Mujer y amor –temas esenciales a lo largo de la obra de Juan Ramón–, adquieren en Idilios una significación muy especial. Pero lo importante se halla en ese afán de unidad que reúne todos esos medios y recursos de la palabra inspirada a que atrás hemos hecho referencia y del que puede ser bellísima y arriesgada muestra este poema:
"¡Dame tu carne! ¡Quiero
ir en ella, loco jinete,
al norte, al sur,
al este y al oeste!
 ¡Quiero cruzar el mundo
con tu cuerpo luciente,
derramarlo, un instante, más allá
de la vida y la muerte!"
Antonio Colinas es poeta, ensayista, novelista y traductor. Es autor del prólogo del libro Idilios, que incluye los poemas inéditos de Juan Ramón Jiménez y que se publicará entre enero y febrero. Ganó el Premio Nacional de Literatura en 1982 y su último libro es Obra poética completa (2011).